Qué podría contar? Diferencias entre el sistema español y holandés? Si lo hiciera probablemente muchos objetivarían que de esas mismas diferencias nace y radica la crisis española...
La madrugada del 12 de junio hacia la 1:00 A.M. empecé a sentir leves contracciones cada 10 minutos, al principio no le quise dar importancia puesto que otras muchas noches atrás éstas mismas se convertían en compañeras de sueño obligándome a dormir sentada para dejarles su debido lugar. Así que aguanté 2 horas hasta que desperté a Marcel para informarle de que si por casualidad echaba de menos una barriga pegada a un cuerpo la encontraría en la cocina, sentada en una silla dura y muy económica del IKEA intentando pasar el mal rato resolviendo sudokus de nivel "extreme". No pudiéndole convencer de lo contrario Marcel se empeñó en estar a mi lado durmiendo en el sofá.
Tras resolver algunos sudokus caí en la cuenta de que ya eran las 5:00 de la madrugada y que mis contracciones empezaban a no dejarme pensar con lucidez cada 5 minutos. Desperté a Marcel con la intención de obtener una mano a la que apretar pero él sacó papel y boli y diseñó un diagrama de contracciones con medidor de tiempo e intensidad. "Avísame cada vez que te empiece una contracción y dime si la actual ha sido más o menos dolorosa que la anterior" dijo él y así fue como lo hice... Las contracciones aparecían cada 5 minutos pero me resultaban de un dolor moderado. En ese mismo momento yo estaba muerta de cansancio por lo que pedí meterme en la cama y cerrar los ojos mientras las contracciones me lo permitieran... Cuando no, cogía papel y boli y apuntaba la hora en el diagrama de Marcel.
A las 7:00 de la mañana Marcel se fue a la oficina con la idea de pedir a su jefe permiso para trabajar desde casa hasta que yo diera a luz. A esa misma hora yo también me desperté. Me dolía todo el cuerpo y decidí darme un baño con agua caliente para calmar el dolor. Por supuesto no olvidé llevarme el móvil para poder hablar vía WhatsApp con mis amigas de España... !Qué gran invento por cierto!... Entretenida con mis amigas las contracciones parecieron desaparecer durante 1 hora pero tras el baño las piernas empezaron a escocerme de picor. Pedí a mi madre que me untara de crema las piernas pues mi prominente barriga no me lo permitía y sin ella vigilando me habría arrancado la piel. De esta forma me fui calmando. Tras estar más relajada me vestí y bajé de nuevo a la cocina, sentada en mi austera silla y pensando en mil cosas a la vez, contemplaba aturdida el exterior. Únicamente los avisos del WhatsApp me devolvían a la realidad y de repente vi el coche de Marcel aparcando frente a mis ojos. Eran casi las 2 del mediodía cuando entró por la puerta y me pidió que le enseñara el puñetero papel de las contracciones... Lo cierto es que dejé un enorme agujero de información en él... No recordé apuntarlas... Pero las contracciones en aquel momento eran cada 10 minutos.
Tras comer algo frugal nos sentamos en el comedor mi madre, Marcel y yo (Lía dormía plácidamente en su habitación) y así fue como contemplé como poco a poco mi madre y mi pareja caían rendidos ante Morfeo gracias a mi mudo dolor... Ana, debo darte las gracias por hacerme entrar en razón y obligarme a llamar a la comadrona ya que aún no siendo madre primeriza la situación no me dejaba pensar con lucidez... Por el contrario sí fui más ruidosa a la hora de buscar el teléfono de la comadrona. Marcel súbitamente despertó y lo buscó por mí. En media hora la comadrona debía presentarse en casa con la intención de chequear cuánto había dilatado. Los 3-4 cm al tacto hicieron precipitar las cosas pues tenía el deseo expreso de dar a luz con epidural y no al natural como por estas tierras se estila. La comadrona llamó al hospital y preguntó si había algún "hueco" para que yo pariera... Por suerte para mi hijo y para mí parecía que a las 4 y media de la tarde no era "hora punta" de parturientas...
Llegamos al hospital en 15 minutos. Nada más llegar, el servicio de habitaciones, raudo y efectivo, me proporcionó una "habitación de parto" muy amplia con televisión de plasma y vistas al exterior... "Goede Avond! Mevrow khosjbjkbcljsiohuoag" y una mujer "colosal" me saludó. Me ofreció cama, en lugar de asiento y, con guante talla XL enfundado en mano "allí" me la metió. En aquel momento maldije los 190 cm de altura de aquella profesional holandesa y tras un tremendísimo dolor la buena mujer concluyó unos 6 -7 cm de dilatación . En aquel momento me temí lo peor, ya era demasiado tarde para el uso de epidural por lo que me ofrecieron la alternativa "morfine pomp". Cada 3 minutos podía decidir yo misma si "meterme" un chute extra de morfina en cada contracción. Aquella "gran mujer" me dio a elegir también si prefería que me introdujera de nuevo su mano para romperme "aguas" antes o después de conectarme a la "hard drug". Obvia respuesta...
Entre contracción y contracción parecía pasar muy lento el tiempo y junto con la morfina... mi carácter se suavizó... "Do you want something to eat or drink?" espetó la comadrona. Mi contestación fue clara aunque con entonación etílica: "Sí, qué tienes?". Me trajeron un bol con yoghurt y 2 sobres de azúcar. Yo comía con algunas dificultades pues veía borroso, estaba mareada y con el pulso no afinado... En un monitor, que no en la televisión LCD, contemplaba borrosamente cómo evolucionaban mis contracciones... Éstas se habían vuelto irregulares y suaves debido al "colocón" que llevaba. "Tiene la tensión muy baja", adiviné entre comentarios en holandés e inglés por lo que me informaron de que iba a necesitar otro "chute" de oxitocina para reactivar el proceso. ¡Mierda!, creo que pensé en voz alta y en inglés, pues sabía que tras el paraíso empezaría de nuevo el incesante dolor. Tras la dosis hormonal observé como las 2 comadronas y una estudiante esperaban a que aquello hiciera efecto.
El efecto llegó y el dolor se incrementó, ya no me parecía suficiente la morfina y notaba como mi cuerpo empezaba a empujar. "No empujes todavía" me dijeron, pues esperaban a que la dilatación fuera de 10 cm. Lo cierto es que la morfina ya no hacía efecto y vi como una de las comadronas entraba de nuevo en la habitación con una llave colgada de un cordón rojo. "Para qué es esa llave", pregunté inocentemente, la comadrona contestó que la llave cerraba el caudal de morfina. "Geen morphine meer?", pregunté yo con la mente clara y sin vista borrosa al mismo tiempo que una contracción enorme y súper dolorosa me obligaba a empujar. "Empuja cuando empiece una contracción", "Será si mi cuerpo me lo permite" pensé yo. Marcel me sujetaba desde el principio la mano; me ayudaba con la respiración y con su otra mano en ocasiones me recolocaba la toalla húmeda en la frente... "Ahora, empuja!" mientras me ordenaron que yo misma me sujetara las piernas pues me encontraba en una cama normal. Empujé con todas mis fuerzas conteniendo a duras penas el dolor, por unos escasos segundos el dolor se hizo menos insoportable y de nuevo me ordenaron volver a empujar. El tercer empujón fue el peor... Mi cuerpo empujaba solo y las comadronas gritaban "Don't push, don't push!". No puedo pararlo!, contesté, a lo que aquellas 2 mujeres preguntaron si me encontraba en una contracción... "I don't know! I can't, I can't!" pero en aquel momento de histeria colectiva nació Marko a las 19:49 P.M..
Sostuve a mi bebé mientras las comadronas lo limpiaban enérgicamente. Pedí cortar el cordón umbilical pero aquella petición cayó en saco roto. Al cabo de muy pocos segundos me arrancaron a Marko de mis brazos, extrajeron la placenta y el silencio se hizo en la habitación. Marko no lloraba... Lo cierto es que me sentía aturdida, no alcanzaba a comprender lo que allí sucedía. Marcel voló hacia la habitación contigua donde se encontraba Marko con un ir y venir histérico de profesionales. Hasta 7 personas con sus 14 manos y 140 dedos estimulaban y hacían todo tipo de pruebas a Marko. Yo, estirada en la cama y sangrando por el desgarro, esperaba en silencio que alguien me dijera lo que estaba pasando. Mi madre, debido a la total incomprensión lingüística esperaba acongojada en el sillón de cuero naranja con la cabeza entre sus manos. Los minutos fueron pasando y me parecieron eternos... La estudiante a comadrona tuvo la deferencia de explicarme con tranquilidad qué sucedía en la otra habitación. "Marko está teniendo un comienzo lento pero todas las pruebas demuestran que está bien". "¿Cuándo podré verle, pregunté?". La estudiante no me supo contestar...
Los minutos seguían pasando y Marko ya no estaba en la misma planta que yo. Marcel se dirigió a mí y me corroboró la información de la aspirante a comadrona; "Todo va bien pero Marko no llora". Aquellas palabras me tranquilizaron aunque mi miedo y congoja no desaparecieron... Por la puerta irrumpió de repente otra persona preguntando a Marcel si quería darle el primer biberón a Marko. Marcel volvió a desaparecer y yo volví a quedarme sola en la habitación con mi madre asustada en el sillón. En aquel momento pedí a mi madre que me diera el móvil pues necesitaba hablar con mis amigas de España... "Marko no está en mis brazos y la gente se ha olvidado de mí" les decía... Sin duda pensé levantarme por mi propio pie con la intención de encontrar a algún "carnicero" que me quisiera coser el desgarro. Mi nivel de adrenalina estaba por los suelos y como consecuencia cada vez sentía más y más el dolor en mi entrepierna. En ocasiones la estudiante hacía acto de presencia a lo que yo le suplicaba que me cosiera. "Yo no puedo coserte, pero alguien vendrá a hacerlo". "Cuándo?!" espeté yo. De nuevo la estudiante no me pudo contestar cuando me susurraba suavemente que no contuviera el llanto, que llorara lo que mi cuerpo pudiera necesitar.
La aguja del reloj seguía avanzando clavándose cada vez más fuerte en la herida al mismo tiempo que me preguntaba por mi bebé. Observando el reloj advertí que finalmente la gran comadrona asió aguja e hilo una hora después del alumbramiento. Por supuesto pedí anestesia y me enseñaron un spray... "Is this enough?" pregunté yo recordando la doble inyección de anestesia que usaron cuando me hicieron la episiotomía en España... Por supuesto que no fue suficiente... Aullé y lloré de dolor al notar el frío acero de la aguja mientras asfixiaba fuertemente la mano de mi madre... "Ahora te traeremos 2 paracetamoles para que te ayuden a calmar el dolor"... Pero aquellas 2 pastillas no llegaban. Pedí 3 veces por ellas hasta que me fueron concedidas, tras tomarlas cambiaron los protectores de la cama repletos de sangre y me hicieron levantar para ducharme. Puedo decir que disfruté de aquel agua caliente que resbalaba por mi cuerpo entumecido de dolor. Intentando evitar mirar al suelo me enjaboné ante la mirada preocupada de Marcel que prefirió estar allí conmigo. Cuando me vestí de nuevo la comadrona de la llave del cordón rojo me preguntó si quería cenar algo. "Natuurlijk!" contesté yo, "Qué tienes?"; - Puedes elegir entre pan con queso, jamón en dulce o mermelada, resolvió con una amplia sonrisa en su cara. Cenar caliente ese día parecía una aberración...
Me sentaron en una silla de ruedas y me condujeron a otra habitación. Aquella habitación era todavía más amplia y luminosa pero por desgracia... "a compartir". 4 camas, dos enfrentadas a dos, me hicieron suplicar y rogar que aquellas otras 2 grandes mujeres y sus bebés no hicieran ruido a la hora de descansar...
Eran ya las 11:00 de la noche y a Marcel, mi madre y a mí nos permitieron ver a Marko. Estaba en una habitación de observación conectado a muchos cables y todavía seguía sin llorar. Los tres le cogimos en brazos y le hicimos arrumacos al nuevo hombrecito que acababa de nacer, Marko hizo algún que otro remilgo hasta que "Oma Tesa" lo cogió. Algún que otro arranque de lloro tuvo, quizás por casualidad o quizás no...
El tiempo se nos pasó volando y llegó el momento de abandonar a mi pequeño aunque pude llevarme conmigo una foto de él. Los padres y el hermano de Marcel esperaban en la sala de visitas para saludarnos y entregarnos "La cesta de los 10 regalos". Holanda, tiene como tradición, regalar una cesta con 10 presentes a la recién mamá, uno por cada día de estancia en el hospital (antes las mujeres permanecían 10 días ingresadas). Hoy en día la mayoría de mujeres holandesas paren en casa como en la antigüedad o durante unas horas en el hospital.
Tras la visita volví a "mi" habitación con Marcel. No le estaba permitido quedarse a dormir por lo que de nuevo me esperaba la soledad. Marcel me arropó y cerró la puerta tras él y la soledad no silenciosa hizo acto de presencia. Con la foto de Marko en mi mesilla contemplaba lo precioso que me parecía mi bebé aunque el Tic-tac horrendo del reloj, así como los ronquidos de una de las "compañeras" me auguraron una larga noche... y así fue. Mi cabeza no dejaba de pensar en Marko y mis sentidos estaban más despiertos que nunca pero al día siguiente Marko aprendió a llorar.
Marko y yo pasamos 2 noches en el hospital, aunque la última fue acompañados el uno del otro. Todo estaba perfecto y bajo control por lo que hijo y madre sobrevivimos a la experiencia. Aunque eso sí, si algún día alguien me pregunta dónde prefiero dar a luz mi contestación será clara y honesta: EN ESPAÑA.